miércoles, enero 30

Actualizar el antivirus

Fui a la cibercasa de Glora y la encontré, cojum cojum, tosiendo y estornudando en plena fase activa de su catarro-gripe.
Acudí a la cita con Lena de mar y la vi colgada de san ibuprofeno a la vez que se hacía adicta al termómetro.
Charlo por msn con una amiga que echa pestes a la vez que echa virus a su alrededor.
Y ahora, me encuentro, cojum, atchis, puagggg, con un gripazo que no hay quien me lo quite. Y es que me pillaron con el antivirus sin actualizar. Ahora he entendido todo ese tema de virus y antivirus, ahora que lo sufro en mis carnes.
Cuidado chicas, actualizad vuestros antivirus, que el ordenador trasnmite la gripe, aaaaaatchiiiiiiiis, ay perdón por el moco en la pantalla.

sábado, enero 26

Lo obvio

Parecer ser que no es necesario hacer explícito lo obvio, que por sí mismo lo entiende todo el mundo, que es casi universal, que no hay que decirlo porque es eso: obvio.
Pero voy encontrando ejemplos que dicen lo contrario; mirad, en mi trabajo aparecieron los siguientes objetos el otro día:
Marcela, diréis, son cajas, es obvio.
Pero alguien debió pensar que esta aparición no era tan obvia y que había que explicar algo, así que mirando un poco más arriba encontramos:

Y pensando delante de aquel papelito tan obvio, me di cuenta de cuántas cosas no te digo porque para mí son obvias; y mirando unas simples cajas de cartón, susurré un "Te quiero".

miércoles, enero 23

Paciencia feminista

La gran Mª José Urruzola dijo una vez que la clave de la victoria feminista era la paciencia revolucionaria; ay, qué razón tenía, nuestra querida Mª José, pero ...
¡¡Qué difícil es no perder la paciencia siendo feminista!!
Sí, es difícil, pero es que ni siquiera me refiero a todas las injusticias que, como feministas, vemos y nos hacemos conscientes; no, ni siquiera me refiero a perder la paciencia por tener que estar siempre partiendo de cero, explicando y explicando lo mismo una y otra vez; tampoco, aunque parezca increíble, me estoy refiriendo a la paciencia necesaria ante tanto chiste asqueroso, tanta presentación en power point casposa y tanta serie de televisión infumable.
No, me refiero a una paciencia más cotidiana, más del día a día en el trabajo. Esa paciencia que pierdo ante cómo asume alguna gente el trato con una feminista. No es el mismo trato cuando no saben de qué vas, es más, en ese primer momento de desconocimiento nadie saca el tema de la igualdad; pero en cuanto saben que eres feminista, que te dedicas a la educación en la igualdad, que eres consciente de las desigualdades de género y que tienes conciencia en el tema, todo el mundo se cree en el derecho de hacerte saber su opinión, cuando tú no se la has pedido ni te interesa especialmente.
Son situaciones del siguiente tipo:
Oficina, nueve de la mañana, necesitas algo de un compañero y te acercas educadamente a él:
- ¿Podrías mandarme por email el documento que discutimos ayer, por favor?
- ¡Vaya, vaya! Así que necesitas que un hombre te ayude ¿eh? ¿Dónde se quedó el feminismo, compañera? Eh, pero no pongas esa cara, mujer, que es una broma, vaya cómo sois, es que no se puede ni ser agradable con vosotras, joer.
Y tú te vas a tu sitio con ganas de sacar la sierra eléctrica y “podar” alguna cabeza que otra, pero te contienes; claro que esa contención no te libra de la fama que ya te acaban de colgar de borde y asquerosa para las bromas; ya estás fichada, ya has encajado con su esquema de feminista poco dada al compañerismo.
Hay otros casos que me hacen perder la paciencia y que suceden tan a menudo que estoy por iniciar un sistemático trabajo de investigación sobre los procesos mentales que llevan a un varón a hacer el ridículo de tal manera; de hecho es un caso que me ha pasado hace pocos días y al que todavía le doy vueltas.
Llama por teléfono un asesor de un centro al que conozco, preguntaba por mi compañero de trabajo. Le digo que, en ese momento, no está, que llame más tarde. Él me da un recado con su número de móvil y para despedirme me espeta:
- Bueno, pues ahora voy a hacer la compra, que en mi casa, apunta, que sí que hay igualdad, en realidad manda mi mujer ¿no vas a hacer nada para denunciar que soy discriminado?
No dije nada, colgué y por dentro dije de todo: “Imbécil, tonto el haba, cacho carne con ojos, qué carajo me importa a mí lo que pasa en tu casa, encefalograma plano, que como feminista lucho por lo social, no por tu casa que me importa tres pitos; ignorante, fraude social, que vendes una puta compra como si fuera el hecho heroico del siglo; bobo de baba, qué lanzallamas me sale de los ojos, qué tentación de ponerlos en ridículo delante de todo el mundo, qué pena de corrección política.”
Hay otros casos, pero son menos sangrantes, son todos los comentarios que te hacen pensando que te interesan a todas las horas del día, por ejemplo: ¿Sabías que en Qatar las mujeres tienen un índice de lectura mayor que en el resto del mundo? Y tú que estabas a lo tuyo, concentrada con los últimos datos que te han pasado en tu trabajo nuevo, pues escuchas “Qatar” y le quitas la “Q”, le pones una “C” y no comprendes qué tienen que ver las vacas con la lectura (“catar” en asturiano significa “ordeñar”). También está quien, en un intento de que tú veas lo bien que tiene asumido el tema y la preocupación que muestra por el mismo, te pasa el último documento de trescientas páginas, que encontró en internet, simplemente haciendo una búsqueda acrítica, y piensa que te vas a desmayar de la ilusión y que vas a dejar todo lo que tengas delante por ponerte a leer, cual posesa, un documento al que ni siquiera le ha echado una ojeada quien te lo pasa.
Luego, están los que, en cuanto oyen algo sobre el género, se ponen el disfraz de guerrero, el de romano en el circo de los leones e inicia, por su cuenta, una guerra de sexos repleta de tópicos y de ignorancia. Éste tipo de personaje suele abordarte en cualquier momento, con la menos excusa, y además suele hacerlo públicamente, como retándote a un duelo de sexos público que te ponga en tu sitio; suele echar mano a temas como: Los hombres también son maltratados, la ley contra la violencia de género discrimina a los hombres, la mujer tiene mucho más poder del que dice, qué más se puede pedir, lo que queremos es que ellos queden esclavizados, eso era antes, pero hoy en día ya no pasa, muchas denuncias de malos tratos son mentira y van en contra de los hombres, los hombres quieren a sus hijos, pero las mujeres se los quitan cuando se separan, etc. Un ataque en toda regla que espera, por quien lo lanza, que respondas para intentar humillarte y seguir agrediéndote públicamente; una guerra que desgasta y no lleva a ninguna parte, un enfrentamiento que agota pero no aporta, una batalla de la que vale más huir y retirarse, no entrar a estos trapos, porque su objetivo no es la clarificación de conceptos, sino la agresión a una ideología feminista.
Y, seguro, que se me olvida algún tipo de personaje de esos que encontramos a diario, de esos con los que trabajamos hora tras hora mientras nuestro instinto de bruja, internamente, echa mano de todos los maleficios que a través de nuestra genealogía de mujeres nos han llegado de manera inconsciente.
Ah, y ya ni cuento, los encuentros con los que se llaman feministas, eso quizá otro día.
Un saludo lleno de paciencia.

lunes, enero 21

Cuando me empeño en algo

He dedicado estos días a reflexionar, mientras la hinchazón de mi cara iba bajando. He visto claramente que me aventuré en exceso con mi universitaria, incluso alguien me ha señalado que quizá ni siquiera me miró la joven en cuestión. He llegado a la conclusión de que, para poder vivir mi The B word particular, he de ir con más cuidado y, además, tengo que buscar un bar de referencia.
Es imprescindible que tenga un bar en el que quedar con todas, en el que ligar, en el que llevar a los mejores grupos del momento, en el que drogarnos hasta caer exhaustas unas en brazos de las otras, en el que…para, para Marcelilla, que de nuevo te lanzas sin pensar y sin tener en cuenta dónde estás. Bien, dando por hecho que necesito un bar, he empezado a mirar poco a poco por mis alrededores y he visto algo que podría funcionar: la cafetería del Corte Inglés.
Y ahora que tengo local de encuentro, discreto a la par que céntrico y visitado. Tendré que ponerme con el tema de buscar esa pandilla que me proteja, me mime, me quiera, me riña, me folle, me joda viva, me robe la novia, me ayude a hacer los más imbéciles actos de romanticismo, a acojan en su seno cuando lleve más hostias y, además, sean todas igual de glamurosas que yo. Tengo que encontrar una Bette, una amiga seria, responsable, fría, controladora…creo que la tengo. Una Shane no hace falta porque me la pido para mí. Una Alice, medio tonta a veces, medio lista otras, en las nubes, desesperante y graciosa al mismo tiempo…ayyyyy, que sí, que sí, que la tengo también. Una Tina, hetero-lesbi según el día, marujilla tirando a Doris Day, sosa como la dieta de un hipertenso…nada, esta la pido de catálogo, que no la tengo. Una Kit, hetero con tendencia al alcohol, que mete a su novio en la panda a la fuerza, artista y sosaina…otra para pedir. Y una escritora medio lela, que aburra hasta a las piedras, la típica que cuando ella habla las demás hacen zapping en la vida real, una petarda con ganas de fastidiar al prójimo, insegura, borde…la tengo, por Tutatis que a esta sí que la conozco.
Y bien ¿qué más me queda?
Cuánto trabajo aún para poder tener una vida como la tele manda, cuánto sacrificio para follar en todos los episodios de mi vida, cuánto afán por vivir esa vida de amor, sexo y desenfreno. Ayudaaaaaaa.
PD: Acabo de volver del Corte Inglés, les he preguntado si estarían interesados en ser el local social de una pandilla de lesbianas de la ciudad y comarca, todas bollos perdidas y con tendencia al alcohol y la promiscuidad. Que la cafetería nos serviría para hablar a voz en grito de nuestros problemas y nuestros ligues y que, además, usaríamos el mayor espacio posible con nuestro histriónico lesbianismo. Y me han dicho que no, qué gente.

miércoles, enero 16

La B (de bollu) word

La B (de bollu) word
Llovía, el frío era intenso a aquella temprana hora de la mañana invernal. La luz del amanecer a duras penas se hacía presente, colándose entre nieblas y chubascos intermitentes.
Llegué a la parada del autobús con mucha antelación, como siempre que duermo poco y me asalta la impresión de que no oiré el despertador. Ya era el segundo día consecutivo que aquella maldita serie de televisión me abducía hasta altas horas de la madrugada.
Las ojeras y los bostezos llenaban mi vacía vida… hasta que la vi. Era muy joven, seguramente una universitaria madrugadora y responsable como no lo había sido yo nunca. Alta, morena, elegante en sus maneras informales de vestir, fresca, vital, infantil en su mirada y adulta en su sonrisa.
Me miró, sé que me miró. Pero no sé si me vio, porque la ropa me mantenía embutida en una especie de tambor de detergente de los años ochenta. De repente, me di cuenta de que, efectivamente, me había visto y creí ver una sonrisa pícara en su cara de ángel. Me coloqué a su lado en la cola que esperaba el transporte público, subí justo detrás de ella al autobús, me senté a su lado mientras le dedicaba una sonrisa bobalicona y torpe.
Y encaramos la autopista. A mitad del recorrido, su mano rozó la mía; tan grande fue la sorpresa y la excitación que creí morir al dejar de respirar durante tanto tiempo; me temblaban las piernas mientras me arriesgaba a continuar el contacto de su mano en la mía.
El resto del pasaje seguía con su mediocre vida de madrugadoras impenitentes mientras en mi alma entraban mariposas coloridas, flores olorosas, pájaritos cantores y demás parafernalia de la novela pastoril a la que siempre fui afecta.
Mi amada se removió, apartó su mano tímidamente, me miró asustada…en ese momento, toda la serie vista en la noche se me vino encima y la vi sonreirme y le tomé la cabeza con mis manos y le planté un morreo de los que hacen historia, regodeándome en las caricias paralelas de mis manos sobre su pecho, recorriendo con mi lengua los lugares más recónditos de su caliente boca.
Me separé, segura de nuestra mutua excitación. Y me llevé la hostia más grande que haya llevado en toda mi vida.
Ay, Marcela, deja de ver L word y vuelve a la realidad, mujer, que ni eres Shane, ni esto es L.A., ni todas están deseando besarse contigo. Ay, qué despertar tan doloroso, ay qué pena de sueño perdido.
Y aquí sigo, trabajando, seria, descreída, rencorosa, desanimada, hundida y, sobre todo, con un dolor y un escozor de cara que me recuerda quién soy y dónde estoy.

lunes, enero 14

CARAMEL
El caramelo al que se refiere la película es la mezcla de azúcar, limón y agua que hacen las mujeres en Líbano para depilarse.
Y eso es esta película, un relato dulce que da tirones dolorosos, un toque ácido de limón rodeado de cariño para que no te dé ardor de estómago, un jarro de agua que a veces es fría y otra es templada.
Caramel es una película coral, las protagonistas son todas las mujeres que se juntan en ese salón de belleza y allí charlan y actúan.
Hay otros personajes, no protagonistas, que merecerían otra película por su potencia, como la abuela que recoge papeles.
Sin contar nada de la película, quiero deciros lo que encontraréis si la veis: amor, desamor, miedo al paso del tiempo, esperanzas de futuro, humor, sororidad, dulzura, referentes femeninos, realidad, tristeza, cambio, decisión, alegría, belleza y, por encima de todo, la obra de una mujer que mira a las mujeres.
Imprescindible en la filmografía de cualquier feminista, para no perdérsela por ninguna razón. Saludemos como se merece a una película en la que aparecemos como lo que somos: mujeres del XXI, ni putas, ni brujas, ni madres, ni santas.
PD: La culpa de este post la tiene Lena de mar, porque puso un mensaje sobre la peli y no dejaba hacer comentarios, así que me he visto obligada, que lo sepáis.

sábado, enero 12

PUES VAYA...
Que no sabía yo que fuera tan solidaria, tanto que fue decir Morgana que las musas se habían largado y mandar yo a las mías a freír monas, vamos que no sé muy bien de qué escribir.
Estuve pensando si contar públicamente lo pija que me estoy volviendo, que hasta he comprado una cafetera para la que hay que pedir el café por internet, y me horroriza pensar en dormir en el suelo si voy de camping.
También estuve pensando que podía escribir sobre lo estresada que estoy y los dos terribles meses de trabajo que me esperan.
Luego, pensé que quizá, como apoyo moral a Marmarita, podía comentar algo sobre L word.
Después, leyendo los blogs de mis cibercoleguillas, vi en el de Lena que se refería a la película Caramel y me vi escribiendo lo mucho que me gustó cuando la vi en el Festival de Cine de Gijón.
Pero pasé por la casa de Ripley y vi una trainera y se me planteó la posibilidad de hacer un post deportivo.
Fui al de dintel y me recordó que ha fallecido el gran poeta Ángel González y Glora también echó mano de la poesía en su casita internauta.
Y para colmo, ayer fui al teatro, tengo una amiga que se cayó en la calle y está malita, hace mucho frío, no me tocó la primitiva con su bote y miles de cosas más que podrían componer un bonito post bloguero.
Pero nada, chicas, que no, que hoy no escribo ningún post, otro día será.

lunes, enero 7

Persépolis
Estos últimos cinco días estuve en Madrid, intentando disfrutar de todo aquello que no nos llega a este norte precioso, pero aislado. Fui de exposiciones, de teatro y de cine, mucho cine, todo el que pude y todo de películas que, difícilmente van a llegar por estas tierras.
Y me enamoré de un dibujito animado, me olvidé que estaba viendo cine de animación y me encontré viendo personas y no personajes, viviendo la historia de unas mujeres que eran como yo, pero en Irán.
Y me di cuenta de que, por encima de fronteras, de banderas, de culturas y de políticas, me unen más cosas a estas iraníes que a mi vecino misógino del tercero.
Me dio pena que acabara la película, se me hizo tan corta que, por un momento, perdí la noción del tiempo; me vi tan envuelta en la historia, tan sonriente con los golpes buenísimos que tiene y tan triste con las escenas tremendas de dictadura y velos que, en cierto modo, me sentí hermana de la dibujante.
Me ha marcado, me ha dejado una huella preciosa y me ha obligado a escribir este post, porque esta película es, desde todos los ángulos y desde todas las perspectivas, perfecta. Debería ser obligatoria en los institutos.
Decir que os la recomiendo es obvio, pero escaso, porque es más que una recomendación, es casi una obligación moral y feminista verla.
No os la perdáis, chicas, es una joya que no siempre está a nuestro alcance. gracias, Marjane Satrapi.

martes, enero 1

ME DESEO
No tranquis, que el onanismo (o unomismo) no ha llegado a ese extremo en mi vida, es que estoy pensando lo que me deseo para este año 2008 que ya está aquí y, una vez que empecé, pues se me ocurren varias cosas, pero me freno en 10:
1- No sufrir ninguna pérdida importante (y no me refiero a las "pequeñas pérdidas" de Concha Velasco, ni al inicio de la menopausia).
2- Que la mi Mari siga igual de feliz con la su chica y que la su chica se vea feliz.
3- Que el resto de mis amigas y familia sean felices.
4- Que nadie masque chicle en mi oreja.
5- Que me siga yendo tan bien en el trabajo.
6- Que pueda volver a Oaxaca a trabajar y a ver a mi gente de allá.
7- Que mi vida sentimental siga exactamente igual que ahora.
8- Que el mundo de los blogs me dé la oportunidad de conocer a alguna de las "ciberamigas" en persona.
9- Que consiga la cuarta temporada de L Word y que la comente con Marmarita.
10- Seguir siendo como soy, pero aprendiendo más y siendo mejor en todo.
En fin, que una se pone y vaya que si tiene deseos; eso sí, promesas para este año no hago ni una, que luego tengo que sacrificarme para cumplirlas.

¿Y vosotras, qué deseáis? (También vale "¿A quién deseáis?", jejeje, es por cotillear un poco).